Era una de las personas más lógicas y más exasperantes, que
yo he conocido. En una ocasión le hablé de que había cosas que yo siempre había
querido hacer, tales como escribir, estudiar un idioma extranjero, construir un
garaje. Su respuesta fue tajante: ¿Y por qué no lo haces?
“No dispongo de tiempo”
es la excusa más socorrida y fatalista que el hombre conoce. No pongo en duda
que aún quedan en el mundo muchos hombres fuertes que trabajan con tesón de la mañana
a la noche; pero el oficinista corriente, pongamos por caso, comienza a
trabajar a las ocho o las nueve de la mañana y a poco de haber calentado el
asiento, lo abandona para ir a tomar una taza de café; pasa un par de horas
almorzando; trabaja otro rato y luego se va a casa y allí se queda
holgazaneando horas enteras, tratando de imaginar algo que hacer para no
volverse loco.
¡Semanas de 40 horas! ¡O de 35! Nunca como hoy hemos estado
mejor preparados para haraganear. Disponemos de tiempo. Pero ¿lo utilizamos
juiciosamente?
Conozco un individuo que tenía por oficio engrasar las
sartenes en una panadería. Comenzó a levantarse una hora más temprano que de
costumbre todos los días para estudiar contabilidad. Aprobó sus exámenes y se
colocó de agente viajero de una casa de productos alimenticios. Ya para
entonces había adquirido el hábito de levantarse temprano y el tiempo que le
quedaba libre lo dedicó a preparar una compota de su invención a base de
chocolate. La vendía de noche mientras sus compañeros viajantes haraganeaban en
el vestíbulo del hotel. El producto alcanzó tal aceptación que él decidió
alquilar un cuarto y ponerse a fabricarlo en grande. Ahora es dueño de una gran
fábrica. Ya no tiene necesidad de levantarse temprano. A pesar de ello continúa
levantándose a las seis de la mañana.
Nunca le ha hecho daño madrugar.
Dedicando al estudio no más de 15 minutos al día se puede adquirir
conocimientos básicos de una idioma extranjero en un año.
Examinemos ahora otra de las evasivas más comunes: la
desidia. El problema de los que dicen: “Yo
quisiera estudiar astronomía pero nunca llego a proponérmelo seriamente” no
es la astronomía sino el aburrimiento. El mejor modo de combatir esa actitud –
ya se trate de la astronomía, o de escribir cartas, o de tejer alfombras – es ponerse en movimiento. Abramos un
libro de astronomía y leamos: tomemos pluma y papel y escribamos; compremos
hilaza y tejamos. A medida que entremos con sorpresa como el trabajo nos
entusiasma.
En Los hermanos
Karamazov. Dostoyevski relata el caso de una mujer que se lamentaba de no
tener fe, y a quien el padre de Zosima, si mal no recuerdo, aconseja que
tratara de olvidar si tenía fe o no; que lo esencial era arrodillarse y orar, porque
la fe vendría después.
El mundo no está hecho de cosas insulsas y de cosas poco
interesantes. Cualquier cosa resulta interesante según el ángulo desde el cual
se la observe. El director de un periódico me puso una vez a escribir sobre
toros. Nada podía interesarme menos; pero fui a visitar las ganaderías y las
ferias, vi los toros de cerca, examiné sus genealogías y hasta llegué a
conocerlos por sus nombres. No tardé en aprender una serie de cosas interesantes
acerca de los toros. Pero antes fue necesario que me viera metido en el asunto.
Hay personas que se niegan a entrar en una actividad porque
creen firmemente que “no pueden hacerlo”. También yo me creía incompetente para guiar mi automóvil de noche, hasta que un
día me lo impuse como obligación y salí a la carretera y guié contra la luz de
los focos de los demás vehículos. El esfuerzo solía ponerme más nervioso que
nunca, y no comencé a hacer progresos en mi experimento sino cuando dejé de preocuparme
demasiado. Cuando me sorprendía en la carretera al caída de la noche, guiaba
unos minutos más hasta llegar a la población próxima, sin darle mayor importancia.
En vez de magnificar los peligros y mi propio miedo, trataba de hacerme a la
idea de que iba guiando bien y con la toda serenidad. Fui así ganado confianza
en mí mismo, hasta terminar aficionándome a guiar el automóvil de noche.
Cuando se trata de sobreponerse a cualquier sensación o
temor exagerados, se llega al parecer a un punto crítico. Si después de cierta preparación
mental logra uno realizar un par de veces lo que se proponía, d ese punto en
adelante la tarea resulta fácil.
Creo que el hombre puede hacer casi todo lo que quera si se
lo propone; y que si deja de acogerse a las evasivas de que no dispone de
tiempo y no es competente, no hay casi nada que quede fuera de su alcance.
Por Robert Thomas Allen
Nota:
Todos los créditos son para el autor/autores original/originales del artículo,
este blog tiene solamente por objetivo la de hacer conocer dicha obra, con la
finalidad de motivar el amor por la vida e incentivar los buenos hábitos.