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Mostrando las entradas de febrero, 2014

El lar de la eterna niebla

Rodeado de inmensas rocas, estas estaban cubiertas de una capa de densa niebla, me sentía como una hormiga viendo el paisaje frío, una hormiga viendo su alrededor. En la parte del sur, antes de llegar al lago azulino que dormía tranquilo ahí, se hallaba la más grande de las rocas de ese lugar, me pregunté sobre las consecuencias de un sismo, uno que lograse mover tremendas masas de grafito y arena, el pueblo que yace bajo ello quedaría cubierta como lo es el ataúd mientras lo entierran. Al frente de la masa de roca, yace una secuencia de verde pálidos cerros, se cree que cada primer día de cada agosto, al caminar sobre estas tierras, se enciende una aureola de llamas de colores, bajo la superficie de estas, se encuentra un tesoro, que se cree serían las enormes masas de oro que los espa ñoles dejaron mientras recogían, en espaldas de los desafortunados indígenas al morir uno de estos últimos.

MIREMOS HACIA ADELANTE - Breve lección para no lamentar el desengaño o el fracaso.

Nada hay en la vida más estimulante y fecundo que un súbito y agudo discernimiento que obra un cambio decisivo en nuestra persona y lo que es más, un cambio favorable. Tales momentos son raros ciertamente pero todos lo hemos experimentado. A veces nos lo ha proporcionado algún libro, un sermón tal vez o bien no más que un verso; a veces los debemos a un amigo.

Parábola del Viñedo.

"... usó la sensación única que le causaba el viñedo en su beneficio" Existía un viñedo que tenía entre sus frutos las más jugosas y deliciosas uvas que algún hombre pudo ver. El que los cuidaba las miraba día a día pero nunca las tocaba. Se imaginaba su sabor y la sensación única al tocar su lengua mientras su jugo recorría su paladar. Contento y feliz trabajaba todos los días y se alegraba al regresar a casa, porque así vería otra vez su precioso viñedo. Así sucedió por mucho tiempo hasta que un día al regresar notó que el racimo había sido arrancado. El dueño de la hacienda para el que trabajaba había ordenado cortarlas para satisfacer a los nietos que le visitaban ese día. El campesino se detuvo frente el viñedo arrancado, sin movimiento, y luego de pensar por un rato siguió con una enorme sonrisa en el rostro su jornada. Uno de sus compañeros, notando la sonrisa que su solitario compañero denotaba, le preguntó la razón de su sonrisa luego de que arrancaran a su