Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de junio, 2015

La última libertad

[... «No puede imaginar lo que me ha ocurrido»  —dijo—. «Trabajo como enfermera para el hombre más miserable e ingrato que pueda imaginarse. Nada de lo que haga es suficiente para él. Nunca lo aprecia, ni siquiera me lo reconoce. Constantemente me acosa y encuentra defectos en todo lo que hago. Por culpa de  este hombre mi vida es desgraciada y a me nudo descargo mi frustración sobre mi familia. Las otras enfermeras sienten lo mismo. Casi rezamos para que lo echen. Y usted tuvo el descaro de plantarse allí y decir que nada puede herirme, que nadie puede herirme sin mi consentimiento, y que yo elijo mi propia vida emocional de infelicidad... Bien, en modo alguno podía yo aceptar esa idea. Pero seguí pensando sobre ello. Realicé una verdadera introspección, y empecé a preguntarme: ¿Tengo el poder de elegir mi respuesta? Cuando por fin comprendí que  en realidad tengo ese poder, cuando me tragué esa amarga  píldora y comprendí que yo había elegido ser desgraciada, tambi

¡Entonces, dilo! [Historia por el dia del padre]

Una  noche,  tras  haber  terminado  uno  de  los  cientos  de  libros  para  padres  y madres  que  he  leído,  me  sentía  un  poco  culpable  porque  el  libro  describía algunas estrategias  de  conducta  que  yo  no  usaba  desde  hacía  tiempo. La principal era hablar con tu hijo y, al hacerlo, usar ese par de palabras mágicas que  son  «Te quiero». En  el  libro  se  insistía,  una  y otra  vez,  en  que  los  niños necesitan saber que sus padres los aman, inequívocae incondicionalmente. Subí  entonces  al  dormitorio  de  mi  hijo  y  llamé  a  la puerta.  Mientras golpeaba, lo único que se podía oír era su batería.Seguro que estaba, pero no me  respondía.  Entonces  abrí  la  puerta  y  ahí  estaba, lo  encontré,  con  los auriculares  puestos,  escuchando  una  cinta  y  tocando la  batería.  Tras  haber conseguido  que  advirtiera  mi  presencia,  le  pregunté si  disponía  de  un momento. —Claro que sí, papá —me dijo—. Para ti, siempre. Nos  sentamos  y,  pasados