[...
«No puede
imaginar lo que me ha ocurrido» —dijo—.
«Trabajo como enfermera para el hombre más miserable e ingrato que pueda
imaginarse. Nada de lo que haga es suficiente para él. Nunca lo aprecia, ni
siquiera me lo reconoce. Constantemente me acosa y encuentra defectos en todo
lo que hago. Por culpa de este
hombre mi vida es desgraciada y a me nudo descargo mi frustración sobre mi
familia. Las otras enfermeras sienten lo mismo. Casi rezamos para que lo echen.
Y usted
tuvo el descaro de plantarse allí y decir que nada puede herirme, que nadie
puede herirme sin mi consentimiento, y que yo elijo mi propia vida emocional de
infelicidad... Bien, en modo alguno podía yo aceptar esa idea.
Pero seguí
pensando sobre ello. Realicé una verdadera introspección, y empecé a
preguntarme: ¿Tengo el poder de elegir mi respuesta?
Cuando por
fin comprendí que en realidad tengo ese
poder, cuando me tragué esa amarga
píldora y comprendí que yo había elegido ser desgraciada, también
comprendí que podía elegir no serlo.
»En ese
momento me puse de pie. Me sentía como si me estuvieran dejando salir de San
Quintín. Quería gritarle a todo el mundo: "¡Soy libre! ¡Salgo de la
cárcel! ¡Nunca más voy a dejarme controlar por el trato que me dispense otra
persona!".»
Lo que nos
hiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos
sucede. Desde luego, las cosas pueden
dañarnos físicamente o perjudicarnos económicamente, y producirnos dolor por
ello.
Pero
nuestro carácter, nuestra identidad básica, en modo alguno tiene que quedar
herida. De hecho, nuestras experiencias más difíciles se convierten en los
crisoles donde se moldea nuestro carácter y se desarrollan las fuerzas
internas, la libertad para abordar circunstancias difíciles en el futuro y para
inspirar a otros la misma conducta.
...]
Fragmento del libro "7 hábitos de la gente altamente efectiva" de Steven Covey.
Léenos también en Tumblr: http://bit.ly/1LrhWwA
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