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¡Entonces, dilo! [Historia por el dia del padre]


Una  noche,  tras  haber  terminado  uno  de  los  cientos  de  libros  para  padres  y madres  que  he  leído,  me  sentía  un  poco  culpable  porque  el  libro  describía algunas estrategias  de  conducta  que  yo  no  usaba  desde  hacía  tiempo.
La principal era hablar con tu hijo y, al hacerlo, usar ese par de palabras mágicas que  son  «Te quiero».

En  el  libro  se  insistía,  una  y otra  vez,  en  que  los  niños necesitan saber que sus padres los aman, inequívocae incondicionalmente.

Subí  entonces  al  dormitorio  de  mi  hijo  y  llamé  a  la puerta.  Mientras golpeaba, lo único que se podía oír era su batería.Seguro que estaba, pero no me  respondía.  Entonces  abrí  la  puerta  y  ahí  estaba, lo  encontré,  con  los auriculares  puestos,  escuchando  una  cinta  y  tocando la  batería.  Tras  haber conseguido  que  advirtiera  mi  presencia,  le  pregunté si  disponía  de  un momento.
—Claro que sí, papá —me dijo—. Para ti, siempre.
Nos  sentamos  y,  pasados  unos  quince  minutos  de  charla  insustancial  y vacilante, lo miré y le dije:
—Tim, realmente me encanta tu forma de tocar la batería.
—Oh, gracias, papá —respondió—. De veras te lo agradezco.

Me fui, diciéndole que ya nos veríamos y, mientras bajaba la escalera, me di cuenta de que había subido para darle un mensaje que finalmente no le había transmitido.  Sentía  que  era  realmente  importante  volver  arriba  y  tener  otra oportunidad de decirle ese par de palabras mágicas. Volví a subir las escaleras, llamé a Ja puerta y la abrí.

—¿Tienes un segundo, Tim?
—Claro, papá. Siempre tengo un segundo para ti. ¿Qué necesitas?
—Hijo,  la  primera  vez  que  subí  para  compartir  un  mensaje  contigo,  me salió  algo  muy  diferente,  que  en  realidad  no  era  lo que  te  quería  decir.  Tim, ¿recuerdas que tuve muchos problemas para enseñartea conducir? Te escribía tres palabras y te deslizaba el papel debajo de la almohada, con la esperanza de que aquello fuera una solución. He cumplido mi papel de padre y expresado el amor que siento por mi hijo.

—Finalmente, tras algunos rodeos y tonterías más, lo miré y le dije:
—Lo que quería que supieras es que te queremos. Me miró y me dijo:
—Oh, gracias, papá. ¿Te refieres a mamá y a ti?
—Sí, a los dos, pero es que no lo expresamos bastante.
—Gracias, esto significa mucho para mí. Sé que me queréis.

Me  di  la  vuelta  y  salí,  pero  mientras  bajaba  la  escalera  empecé  a  pensar: «Resulta  increíble...  Ya  he  subido  dos  veces...  sé  cuál  es  el  mensaje  y,  sin embargo, lo que le digo es otra cosa».

Decidí volver a subir inmediatamente para explicarle exactamente cómo me sentía. Quería que lo oyera directamente de mí, ¡y  no me importa que mida un metro ochenta! Volví a subir y llamé a la puerta:

—¡Espera un momento! ¡No me digas quién eres! ¿Es posible que seas tú, papá?
—¿Cómo lo sabes? —pregunté, y él me respondió:
—Porque te conozco desde que eres padre, papá.
—Hijo, ¿tienes un segundo? —le pregunté entonces.
—Tú sabes que sí, de modo que entra. Me imagino queno me dijiste lo que querías decirme.
—¿Cómo lo sabes? —me asombré.
—Te conozco desde que me ponías los pañales.
—Bueno,  pues  es  eso,  Tim,  lo  que  me  he  estado  guardando.  Sólo  quería expresarte lo especial que eres para nuestra familia. No se trata de lo que hagas, ni de lo que hayas hecho, como todas las cosas que haces con el grupo de niños
con los que trabajas en el centro. Es por lo que eres tú como persona. Te quiero y quería que supieras que te quiero, y no sé por qué me privo de decirte algo tan importante.

Me miró y me dijo:
—Vamos,  papá,  ya  sé  que  es  así,  y  realmente  es  muy  importante  oírtelo decir.  Te  agradezco  mucho  tus  palabras  y  la  intención  con  que  las  dices  —y mientras yo me iba ya hacia la puerta, me preguntó si todavía tenía un segundo.

Yo empecé a pensar «Oh, no. ¿Qué será lo que quiere decirme ahora?», pero le dije:
—Claro que sí. Tú sabes que siempre estoy dispuesto a oírte.
No sé de dónde sacan los chicos estas cosas... seguro que no puede ser de sus padres, pero me dijo:
—¿De qué se trata? —pregunté, y él me miró y dijo:
—¿Has estado yendo a algún grupo de reflexión o algo parecido?

Aunque lo que yo estaba pensando era: «Oh, Dios, como cualquier chico de dieciocho ya me ha alcanzado», admití:
—No, pero he estado leyendo un libro que decía lo importante que es que uno les diga a sus hijos lo que realmente siente por ellos.
—Te agradezco que lo hayas hecho. Ya tendremos tiempo de seguir con el tema.
Creo  que  lo  que  me  enseñó  Tim  esa  noche  es,  fundamentalmente,  que  la única manera que tienes de entender el verdadero significado y propósito del amor es estar dispuesto a pagar el precio. Tienes que animarte a salir ahí fuera y
a correr el riesgo de compartirlo.

>> Gene Bedley en"Sopa de pollo para el alma"

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