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ATENCIÓN NENA, QUE SOY TU AMOR.


Les Brown y su hermano gemelo fueron adoptados por Mamie Brown, criada y ayudante de cocina, poco después de su nacimiento en un suburbio miserable de Miami.

Debido  a  su  hiperactividad  y  a  su  jerigonza,  tan  incesante  como incomprensible,  Les  recibió  clases  de  educación  especial  para  discapacitados, tanto  en  la  escuela  primaria  como  en  la  secundaria. Al  graduarse,  empezó  a trabajar  en  las  playas  de  Miami  como  barrendero,  pero  su  sueño  era  llegar  a convertirse en disc jockey.

Todas  las  noches  solía  acostarse  con  una  radio  pegada  a  la  oreja  para escuchar a los disc jockey locales y vivía tan apasionadamente su vocación que creó  una  emisora  de  radio  imaginaria  en  su  diminuta habitación.  Un  cepillo para el pelo hacía las veces de micrófono mientras  Les presentaba los discos a su auditorio de fantasmas.

Su madre y su hermano, que podían oírlo a través delas delgadas paredes, solían gritarle que cerrara la boca y se durmiera de una vez, pero él no les hacía caso. Estaba envuelto en su propio mundo, viviendo en un sueño.

Un día, Les decidió presentarse en la emisora local de radio aprovechando la  pausa  para  el  almuerzo.  Consiguió  llegar  al  despacho  del  gerente  de  la emisora y le contó que quería ser disc jockey. El hombre recorrió con los ojos al desaliñado joven enfundado en su mono de trabajo, con su sombrero de paja en la  mano,  y  le  preguntó  si  tenía  alguna  experiencia  en  la  radio.  Les  respondió que ninguna.

—Pues me temo que siendo así no podemos ofrecerte nada.

Les le dio las gracias cortésmente y se fue. El director supuso que ésa sería la primera y última vez que vería al muchacho, pero subestimó la profundidad del  compromiso  que  había  contraído  Les  Brown  con  su objetivo.  El  hecho  es que el muchacho iba en pos de algo más que el simple deseo de ser disc jockey.

Lo que él quería era comprar una casa mejor para su madre adoptiva, a quien amaba profundamente, y el trabajo no era más que un paso hacia su meta.

Mamie Brown le había enseñado a ir en pos de sus sueños, de modo que les estaba seguro de que conseguiría trabajo en la  radio, a pesar de lo que le había dicho el gerente. Por eso se pasó una semana entera yendo todos los días a  la  emisora  para  preguntar  si  había  aparecido  algún  trabajo.  Finalmente,  el director  cedió  y  lo  contrató  como  chico  de  los  recados,  sin  sueldo  alguno.  Al principio, Les iba a buscar café o a traer bocadillos para el almuerzo y la cena de los disc jockey que no podían salir del estudio. 

Finalmente, la admiración con que  seguía  su  trabajo  consiguió  que  los  disc  jockey confiaran  en  él  y  que empezaran a mandarlo en sus Cadillacs a buscar a visitantes célebres, como The Temptations,  Diana  Ross  y  The  Supremes.  A  ninguno  de  ellos  se  le  ocurrió pensar que el joven Les no tenía permiso de conducir.

Les hacía todo lo que le pedían en la emisora, incluso más. Mientras salía de juerga con los disc jockey fue aprendiendo la forma de manejar los controles. Se detenía en las salas de control para aprender todo lo que podía hasta que le echaban  fuera.  Luego,  por  la  noche,  de  nuevo  en  su  dormitorio,  practicaba, preparándose  para  la  oportunidad  que,  de  eso  estaba seguro,  no  tardaría  en presentársele.

Un sábado por la noche, mientras Les estaba en la emisora, uno de los disc jockey, Rock, estaba bebiendo mientras transmitía su programa. Además de él, la única persona que había en el edificio era Les,  quien se dio cuenta de que, al beber tanto, Rock se estaba buscando problemas. Les no lo perdía de vista; se paseaba de un lado a otro, ante el cristal de la cabina donde Rock trabajaba. Y mientras se paseaba, no dejaba de rogar:

—Bebe, Rock, ¡sigue bebiendo!
Les  estaba  ávido  por manejar  los  controles.  Si  Rock se  lo  hubiera  pedido, habría  salido  corriendo  a  la  calle  a  buscarle  más  alcohol.  Cuando  sonó  el teléfono, Les se precipitó sobre él. Tal como había imaginado era el gerente.

—Les, soy el señor Klein.
—Sí, lo sé —respondió el muchacho.
—Les, no creo que Rock pueda terminar su programa.
—Sí, señor, lo sé.
—¿Quieres  llamar  a  uno  de  los  otros  disc  jockey  para  que  se ocupe  de  la emisión?
—Sí señor, cómo no.
Pero cuando colgó el teléfono, Les se dijo para sus adentros:
—Éste debe de creerse que estoy loco.

Y  ciertamente  marcó  un  número  de  teléfono,  pero  no  para  llamar  a  otro disc jockey. Llamó a su madre y después a su chica.

—¡Os  vais  en  seguida  al  porche  del  frente  y  ponéis  bien  alta  la  radio, porque en unos momentos estaré en el aire! —anunció.

Después esperó un cuarto de hora antes de llamar al gerente.
—Señor Klein, no puedo encontrar a nadie.
—Muchacho  —le  dijo  Klein—,  ¿sabes  cómo  funcionan  los  controles  del estudio?
—Sí, señor —fue la respuesta.

Después, Les entró en la cabina, apartó suavemente a Rock y se sentó ante el tocadiscos. Estaba listo para la acción. Conectó el micrófono y anunció:

—¡Atención! Soy LB, triple P... Les Brown, vuestro  Platter Playing Poppa.

No  hubo  nadie  antes  que  yo,  ni  habrá  nadie  después. O  sea  que  soy excepcional, el único. Joven, soltero y dicharachero. Indudablemente preparado para  daros  satisfacción  y  abundante  acción.  ¡Atención,  nena,  que  soy  tu aaaaamor!

Desde ese momento todo fue sobre ruedas. Calurosos  aplausos y alaridos del público y del gerente. Ese día decisivo, Les inició una carrera de éxitos en la radio, la política, la oratoria y la televisión.


Jack Canfield - 'Sopa de pollo para el alma'

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