Nueva York, donde resido, es impresionante en cualquier época del año, y una ciudad imponente en los días de la Navidad. En escaparates resplandecientes de luz y de color exhiben las tiendas ricas pieles y joyas deslumbradoras. Ángeles de 12 metros de altura adornan la Quinta Avenida. Abundancia, poderío, opulencia en fabuloso despliegue sin igual en el mundo. Por calles a las que los enhiestos edificios dan apariencia de desfiladeros y en que el alumbrado convierte la noche en día, circula presurosa la gente que aún ha de comprar algunos regalos. Parece que el dinero sea lo de menos. Lo de más será encontrar algo que regalar a personas que tienen de todo. Sí, algo nuevo, apropiado, algo que haga exclamar a quien reciba el regalo: "¡El regalo que yo quería!" . En diciembre, pocos días antes de Nochebuena, una joven forastera daba vueltas y más vueltas en la imaginación al regalo que debía comprar. Recién llegada de Suiza y deseosa de aprender inglés, buscó colocaci...
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