El padre que nos escatimaba los
elogios, pero siempre estaba dispuesto a criticar; el jefe que un día nos
despidió sin motivos; el cónyuge infiel… Todos ellos nos causaron heridas que
pueden tardar años en sanar, si es que sanan. Quedamos resentidos, despotricados
en su contra o rumiamos con amargura lo que hubiéramos querido decirles. La
idea de desquitarnos nos obsesiona.
Pero, en realidad, la mejor manera de
sentir alivio no tiene nada que ver con la venganza. Decir "te
perdono" es uno de los remedios más poderosos que podemos encontrar.
Perdonar no significa ceder, sino
romper ataduras. "Cuando personamos, nuestros sentimientos dejan de ser
presa de la persona que nos lastimó", explica Robin Casarjian, autora
de Forgiveness: A Bold Choice dor a Peaceful Heart ("El perdón: Audaz alternativa para la
paz del corazón"), quien logró perdonar al hombre que lo violó. Una
persona que se sobrepuso al maltrato emocional que sufrió en la niñez expresa:
"El perdón nos libera de la pesadilla del otro y nos permite vivir en
paz".
Si perdonar es tan grato. ¿por qué hay
tantas personas que llevan a cuestas un gran resentimiento? Una razón es que el
rencor ayuda a compensar la impotencia que experimentamos cuando se nos hiere.
"La gente se siente más dueña de la situación cuando se llena de
ira", señala Mary Grunte, coautora, con Jazqui Bishop, de How to
forgive when you don't know how ("Cómo perdonar cuando no se sabe
hacerlo"). "Pero perdonar infunde una sensación de poder mucho mayor,
porque nos devuelve la posibilidad de
elegir. No importa si el ofensor es digno de perdón; es uno mismo quien merece
liberarse".
Otro motivo para negar el perdón es que
nos parece una muestra de debilidad o rendición. "Hay quienes creen que
perdonar significa aceptar que uno estaba equivocado y el otro tenía la
razón", dice Bishop. Pero no se trata de eximir de responsabilidad a quien
nos agravia, añade Grunte. "Se trata de arrancarnos el puñal de las
entrañas". Perdonar libera a la mujer que sigue guardando rencor a su
ex esposo; al empleado que está dolido por no haber recibido un ascenso, y al
pariente que tomó como desaire la falta de invitación a una boda.
"Muchas veces, la otra persona
ni siquiera está enterada de nuestra desdicha", observa Suzanne Simon,
co autora, con su esposo, Sidney de Forgiveness: How to Make Peace With Your
Past and Get On Wish Your Life" ("El
perdón: Cómo reconciliarse con el pasado y seguir adelante"). "Mientras
nos corroe la amargura, el ofensor se queda como si nada"
Perdonar beneficia lo mismo al cuerpo
que al alma. "Revivir las afrentas del pasado una y otra vez perjudica
la salud", advierte el doctor Redfort Williams, coautor de Anger
Kills ("La ira mata"). "El solo recordar un incidente que
nos encolerizó impone una sobrecarga al corazón". El estrés causado
por sentimientos negativos se ha asociado con la hipertensión arterial y la
cardiopatía coronaria, por ejemplo.
Mientras que para causar una herida
profunda a veces bastan unos minutos, perdonar suele ser un proceso prolongado.
"Al principio se experimentan sentimientos negativos, como rabia,
tristeza y vergüenza". Explica Michelle Killough Nelson. Profesora
adjunta de psiquiatría en la Escuela Superior de Medicina de Virginia en
Richmond. "Más adelante, uno trata de comprender lo que sucedió o de
considerar las circunstancias atenuantes". "Finalmente,
aprendemos a ver con nuevos ojos a la persona que nos hirió", añade
Maureen Burns, autora de Forgiveness: A Gift You Give Yourself ("El perdón: Un regalo que se hace
uno mismo") . "Así, el ofensor se convierte en un ser equivocado,
débil, enfermo o ignorante".
Algunas personas nunca llegan a la
etapa culminante del perdón. El proceso resulta difícil, en particular para
quienes fueron lastimados en su niñez por sus seres queridos y otras personas
en quienes confiaban: sin embargo, hasta un perdón parcial puede ser
beneficioso.
Si usted desea incorporar el perdón en
su vida, pero no sabe cómo empezar, siga estos consejos:
·
Practique con las
ofensas menores. Perdonar al
dependiente que nos escatima el cambio o al automovilista que nos cierra
bruscamente el paso, señala Casarjian, sirve de preparación para la tarea má
ardua de perdonar los agravios mayores.
·
Libérese de los malos
sentimientos. Desahogue su ira o
desilusión con un amigo íntimo o un consejero profesional. "Sentirse
escuchado es una experiencia reconfortante", afirma Mary Grunte. "Podemos
dar rienda suelta a nuestros sentimientos sin el riesgo de decir o hacer algo
de lo que más tarde nos arrepintamos".
"Las medidas para liberar la ira", agrega Nelson, "Como darle puñetazos a una almohada,
pueden ser de ayuda. Si se siente usted más bien triste que enojado, lleve un
diario". Evite por todos los medios las expresiones de ira negativas o
peligrosas, como conducir con temeridad, azotar puertas o romper objetos.
·
Escriba una carta a
la persona que lo hirió. Describa lo que
ocurrió tal como haya percibido las cosas, pero sin culpar ni juzgar a nadie, y
escribiendo en primera persona ("sentí…", "No entiendo…");
explique de qué manera lo afectó el comportamiento el otro y exprese su deseo
de saber lo que este siente y de ver resuelto el asunto.
¿Conviene enviar la carta? "Si existe alguna
posibilidad de que sirva de algo, envíela", aconseja Burns. Si la
persona que le causó el daño ha muerto o es incapaz de escuchar lo que usted
tiene que decirle, algunos especialistas recomiendan quemar la misiva: una
forma simbólica de disipar la ira convirtiéndola en humo.
·
No piense que la
confrontación es necesaria. En
casos de incesto, agresión y otros actos delictivos, las victimas quizá se
nieguen a perdonar al ofensor porque el careo resultaría peligroso. Pero no es
indispensable enfrentar a esa persona: se puede perdonar sin que nadie más
intervenga o lo sepa. "Las personas a quienes perdonamos quizá nunca se
enteren del daño que nos hicieron ni de que hemos olvidado la ofensa". Dice
Casarjian. "Lo que importa es liberarse uno de la espina".
·
Escuche y sea
comprensivo. "Si tiene un
careo con el ofensor, escuche sin interrumpir y repita lo que le esté
diciendo", propone el doctor
Williams. "Al proceder así, comenzará a ver el comportamiento desde
otra perspectiva y se volverá más tolerante. Esto puede conducir al
perdón".
·
Medite u ore. "Errar es humano; perdonar divino", escribió Alexander Pope. "Recurra a su
espiritualidad o a su fe", aconseja Burns. "El acto de
perdonar tal vez rebase nuestra capacidad o voluntad".
·
No crea que perdonar
significa olvidar. "No podemos ni
debemos olvidarnos de los agravios", advierte
Suzanne Simon. "Esas experiencias nos enseñan a impedir que vuelvan a
dañarnos y a no dañar a otros".
·
Mire hacia el futuro.
Si se concentra en el porvenir, se
beneficiará con la perspectiva que el tiempo trae consigo sin tener que aguardar
años a que las cosas pasen. Piense en las dos hermanas que discutían acerca del
cuidado de su madre enferma. La que vivía con la madre resentía la carga que
implicaba atenderla día con día, mientras su hermana se limitaba a enviar
dinero. Por fin, la que guardaba rencor se preguntó que deseaba en realidad a
la larga.
"Me respondí que quería mantener una buena relación
con mi hermana", confiesa, "y la única forma de lograrlo era
liberarme del enojos y perdonarla". Hoy las dos pueden conversar sobre
su madre sin intercambiar palabras hirientes, y la hermana que vive lejos está
más dispuesta a telefonear a los médicos y participar en las decisiones.
El perdón conduce a la paz interior. "Una vez que
perdonamos", dice Sidney Simon. "nos reímos más,
experimentamos sentimientos más profundos y nos relacionamos mejor con los
demás". Y los buenos sentimientos que se originan allanan el camino
hacia la curación definitiva.
Por Diane Hales - Condensado de "McCalls" (Junio
de 1984)