"He aquí un
pueblo imaginativo, practico y cortes , para el cual la vida consiste en una
serie de aventuras en el mundo de la perfección sensible"
Por ejemplo, es la
afición que tienen los japoneses, como los niños, a contemplar todo lo que les
rodea, y otra es su capacidad indudablemente mayor que la nuestra, para
conmoverse ante la belleza. Su pasión por las flores se traduce en concursos de
arreglos florales, en los que se ofrecen premios a las combinaciones mas
artísticas de ramas y flores. Y esto constituye un verdadero deporte nacional.
En Japón nos sorprende con sus ramitos de flores colocados en artísticos
floreros sabiamente dispuestos sobre el mostrador de una oficina de telégrafos,
en la sala de espera de una estación de ferrocarril, o incluso en lugares
públicos dedicados a satisfacer necesidades poco poéticas. El arte de hacer la
vida mas hermosa parece una especie de conspiración, en la que los
conspiradores nos dejasen modestos recuerdos aquí y allá, para que no olvidemos
que también nosotros estamos complicados en ello.
Las puestas de sol y
las noches de luna son tan importantes para ellos y quedan para diseñar casas
con alas enteras y con ventanas especiales para contemplar mejor esos
maravillosos fenómenos naturales. Su amor por la poesía es también muy grande.
No es raro que, en los casos en que nosotros sellamos una tarjeta o enviamos un
telegrama con unas breves palabras, los japoneses utilicen breves poemas
verdaderas metáforas rítmicas, a los que llaman haiku,
según sea su forma. Los japoneses no se deleitan solamente con aquello que
regala a la vista o al oído. En ciertos restaurantes especiales se sirven
bistec al que, según nos informa la carta, "se ha dado masaje para lograr
una distribución uniforme de la grasa, y se han suministrado dos botellas de
cerveza por día y por cabeza, "para que disfrute de la vida, cosa que
mejora considerablemente el sabor de la carne". En los restaurantes
especializados en servir tempura, o sea
langostinos y camarones fritos, resulta sorprendente ver que, al terminar con
los mariscos todo el mundo abandona su mesa y pasa a otro lugar para tomar el
postre, porque a los japonés les parece imperdonable mezclar el fuerte olor del
aceite frito, con el muy diferente sabor del refinado plato que da fin a la
comida. Dicho en pocas palabras: todo los sentidos participan en estas
aventuras epicúreas, que tanto se descuidan en otros lugares.
Los japoneses son
también limpios en un grado superlativo hasta el punto de ser quizá el pueblo
mas aseado del planeta. Su pequeño país insular esta lleno de abruptas montañas
surcadas por borbodeantes arroyos que los han convertido en consumados bañistas
desde que entraron en la historia, en el siglo V de nuestra era. Sus cuartos de
baño están revestidos de azulejos y tienen el suelo en declive hacia el centro
donde se encuentra el desagüe, al lavarse, tienen por costumbre frotarse y
enjuagarse antes de empezar en la bañera y no después. El pueblo japonés
despliega una cortesía total y casi religiosa en sus relaciones sociales, para
ello, la inclinación profunda, fría pero a la vez cordial es superior a nuestro
apretón de manos, es cierto que tienen "empujadores" encargados de
hacer entrar a "empellones" a la gente en el congestionado
ferrocarril subterráneo de Tokio, pero esos empujadores usan guantes blancos,
para no manchar los vestidos de los empujados.
La cortesía tiene
profundas raíces en el idioma. Por ejemplo, se usan palabras distintas "y
más honoríficas" para referirse al padre, a la madre, a los hermanos y a
los demás parientes de otra persona, que las utilizadas para designar los propios.
A los botones de los hoteles no se les llama botones, sino boi'san (señor botones), lo que es mucho más
cortes que llamarle "muchacho", "chico",
"botones", o buscar angustiadamente la palabra precisa. Además, en
japonés no existen palabras malsonantes ni tampoco maldiciosas, como las que se
emplean en otros idiomas, para insultar al prójimo; palabras de, a veces aluden
a su madre y que en ciertos pueblos como el español se llegan a dirigir contra
las esferas celestiales.
En el extremo
oriente es obligatorio descalzarse para entrar en templos y santuarios, pero en
el Japón, además es preciso quitarse los zapatos antes de entrar a una casa.
El hogar se
considera como un templo y se cuida como si fuera una obra de arte. Sin
embargo, el interior de las casas japonesas es una sencillez inimaginable; todo
el piso esta cubierta por una alfombra blanda y acariciadora el tatami, sobre la cual se encuentra una mesa
baja a la que hay que 'sentarse' colocándose en el suelo con las piernas
cruzadas. En un lugar preferente hay un espacio dedicado a las flores
artísticamente dispuestas; espacio que esta consagrado a la belleza y no puede
dedicarse a ningún otro. Los japoneses no necesitan camas, puesto que duermen
en el suelo sobre una gruesa esterilla acolchada que se arrollan y se guardan
al llegar la mañana. En la generalidad de las casas japonesas conserva esta
sencillez clásico, tanto en el hogar del pobre como en el del rico.
En mis
viajes jamás he visto que hubiera un mueble destinado a revelar la riqueza de
su dueño. El mas preciado regalo en Japón es la palabra shibui, que significa belleza sutil y no ostentosa. Este habito
de sobria delicadeza culmina en la "ceremonia del te", espectáculo
que no tiene par en ningún lugar de la tierra. La ceremonia, en líneas
generales consiste solamente en preparar y beber, con un ritual estilizado y
minucioso una taza de te. Pero en la practica resulta el cultivo, durante una o
dos horas, en un estado espiritual de veneración por la experiencia serena de
la vida. La costumbre se inicio hace varios siglos y aun se conserva, en
antiguas casas de te que siguen siendo frecuentadas en el Japón moderno. En una
de las varias que vi, solo se podía entrar por una ventanilla cuadrada. Me
explicaron que esto tenia por objetivo obligar a los guerreros a despojarse de
las espadas, ya que la ceremonia se inicio durante una época de violentas
guerras civiles. El gran interés por las experiencias sensoriales no se limita
a una clase ociosa, ya que en Japón casi nadie puede permitirse el hecho de
estar ocioso. Las aglomeradas chozas de
los pobres están tan limpias como el palacio real, y muestran siempre alguna
florecilla otro adorno capaz de atraer fuertemente a toda persona de
"gusto y sensibilidad".
Se suele decir que a
causa de su afición a la curvas de gracioso trazado, y quizá también a su
intenso cultivo de la cortesía, los japoneses no piensas de manera muy lógica.
Esta opinión se
refleja incluso en un reciente libro acerca del Japón, titulado cabeza de kimono, en el cual se dice que el
japonés descubre la verdad "mediante una especie de convulsión mental que
depende del funcionamiento de una imaginación viva y pintoresca". Al subir
a un tren que me llevaría de Tokio a Kioto (unos 500 kilómetros), tenia este
libro en la mano antes de la salida me hallaba hablando con un amigo que estaba
en el anden. De pronto, en medio de la conversación, observe que repentinamente levantaba los brazos y empezaba a decirme
adiós, para gran sorpresa mía ya que yo no podía comprender a que se debía
tales gestos. Hasta unos segundos mas tardes no me di cuenta de que ya había
arrancado el tren. Ni una sola fibra de mi organismo me advirtió de que nos
habíamos puesto en marcha. Y este verdadero milagro de suavidad y
"quietud" se siguió produciendo durante todo el viaje, hasta llegar a
Kioto a pesar de que el tren iba a 200 km-h. ¿Es acaso posible lograr tan
milagrosa hazaña de ingeniería sin poseer mas que una imaginación viva y
pintoresca?
Mi impresión es que
los japoneses se entregan con mas entusiasmo a pensar en hechos concretos que a
fomentar sus emociones. En general, comprenden las situaciones antes de que la
mayoría de los demás pueblos, y actúan, en función de ellas, con mayor rapidez.
Esto explicaría su capacidad extraordinaria para aceptar la derrota en la
segunda guerra mundial y para construir un nuevo modo de vida en una atmósfera
de amistad con su victorioso enemigo, también en 1868, cuando comenzaron el
increíble salto que habían de llevarlos, en 50 años, desde su aislamiento
semi-bárbaro a la plena participación en la civilización industrial del
occidente, pusieron de relieve la misma capacidad para comprender una nueva
situación, cuando los japoneses muestran tendencias místicas es al referirse al
sagrado Fujiyama, o monte Fuji, que se alza 4000 metros sobre el nivel del mar.
En ninguna de las principales religiones del Japón existe el concepto de un
Dios todopoderoso, ya se trate del budismo, que en el siglo V penetro por Corea
en el Japón, o del culto sintoísta, nacido en el país en el que se venera al
sol y a las fuerzas de la naturaleza. Por eso toda su capacidad de adoración
puede concentrarse en el monte Fuji al que acuden tantos peregrinos como
musulmanes a La Meca.
En realidad, las
peregrinaciones, a todas partes y en todo momento , constituyen una
característica de la vida japonesa. El país entero esta lleno de gente
entusiasta 'sobre todo muchacho' que va de un lado para otro para ver cosas,
bien sea una pagoda famosa, una estatua de buda, un antiguo santuario con su
jardín de maravilloso trazado, o quizá solamente un jardín, ya que la
jardinería es un arte que tiene en el Japón tantos aficionados como la música o
la pintura. Todas las escuelas, tanto de muchachos como de muchachas, todo los
círculos de estudios, o asociaciones profesionales, o centros de costura, por
pequeños que sean dejan de vez en cuando todo aquello que tengan pendientes ,
sin pensarlo mas, hacen sus atadijos y marchan a algún lugar. Por lo común el
medio de transporte es el autobús. Al llegar a su destino, los viajeros colocan
sus bultos a lo largo de la acera, en vistosa y alegre formación multicolor.
Una vez pregunte a un mirón si había peligro de que se lo robasen, me contesto
con gran sencillez "eso no sucede nunca".
Estimo que el hurto
seria como el robo hecho a una persona entregada a la oración. Ya que el
turismo es parte del sagrado deber de vivir, y hace hasta cierto punto las
veces de la oración en ese país nada teológico. Creo, como resumen de todo
cuanto he dicho, que me encantan los japoneses precisamente por ser tan vivaces
y por manifestar de tan diversas formas su amor a la vida.
Max Eastman.
Nota: Un agradecimiento especial a la colaboración de "bunny girl" en la edición de esta entrada.
Todos los créditos son para el autor original del artículo, este blog tiene solamente por objetivo la de hacer conocer dicha obra, con la finalidad de motivar el amor por la vida e incentivar los buenos hábitos.
Nota: Un agradecimiento especial a la colaboración de "bunny girl" en la edición de esta entrada.
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